La naturaleza nos dotó de un mecanismo muy eficiente para alertarnos cuándo nuestro cuerpo necesita alimentarse. El hambre, esa sensación a veces ruidosa que nos impulsa a comer, es la alarma que nos moviliza. Pero, qué ocurre con otras áreas de nuestro ser, como el alma por ejemplo. ¿Tenemos algún indicador para saber cuándo y cómo alimentarla? En este caso es cuestión de prestar atención a señales menos evidentes que un ruido en nuestro estómago.
Tal vez no creas que necesites nutrir tu alma. Bien porque que te sientas a gusto con la vida que llevas o porque son tantas cosas que podrían estar abrumándote, que detenerse a repasar si tu alma está hambrienta no se ve como una prioridad en este momento. Qué bueno que te diste un chance para leer este blog, porque te acompañaré a darte cuenta de que cuerpo y alma son como la mayoría de los aparatos tecnológicos que, aunque muy avanzados, requieren protección contra virus, ajustes y, a veces, reemplazar piezas.
Una forma de ver las señales que te guiarán a alimentar el alma es tomar unos instantes para pensar acerca de ti con preguntas como: ¿Cuáles son los pensamientos más constantes en mi mente?, ¿Son positivos o negativos?, ¿Qué hace que sienta tanto agotamiento mental, físico o emocional?, ¿Mis malestares físicos podrían ser consecuencia de mi estado emocional?
La escritora y coach estadounidense Ángela Davis Schaefers, señala que “eres la mejor persona para entender verdaderamente lo que estás sintiendo” y que a veces las respuestas no son tan obvias, “pero hay una sensación dentro de ti que es una señal de que algo falta”.
Tu alma necesita nutrición constante y las fuentes de donde se obtiene están más cerca de lo que podrías pensar, por eso quiero compartir contigo siete formas de alimentar tu alma. Las primeras tres en esta publicación y las restantes en la próxima entrega. La idea es que las vayas poniendo en práctica poco a poco para que se integren en tu dinámica de vida y las hagas tan personales como quieras.
1. Ama y aprecia tu cuerpo. Existe un dicho popular que dice “mente sana en cuerpo sano”. Es parte de un equilibrio que debes generar entre tu yo inmaterial y el yo físico. Tu alma no estará alimentada si tu cuerpo está débil. Asiste a esa cita médica que has postergado, sal a caminar o a trotar, cumple una rutina corta de ejercicios antes o después de trabajar, realiza una pausa activa en la jornada laboral, pero sobre todo, respira.
Es cuestión de pocos minutos para tomar aire por la nariz y soltarlo por la boca unas tres o cinco veces. Esto ayudará al cerebro a oxigenarse, al corazón a bajar el ritmo y a los músculos a relajarse. Puede parecer obvio porque la respiración es un proceso automático e inconsciente, pero cuando lo hacemos consciente trae beneficio al cuerpo y al alma.
2. Haz cosas que te hagan sentir bien. En un mundo tan conectado como el actual donde la información y el entretenimiento se mueven a velocidades vertiginosas, es sano encontrar esos espacios para disfrutar las pequeñas cosas de la vida. Si eres amante de la tecnología sigue alguna cuenta en redes sociales que comparta fotos o videos de la naturaleza u obras de arte. Toma paseos y observa todo, escucha música relajante o que te inspire, prepara tu plato de comida favorito y disfruta cada bocado, juega con tus hijos sin mirar el reloj, haz una cita especial con tu pareja o sencillamente disfruten un café conversando sobre sus anhelos, lee un libro de ficción o fantasía, escribe un poema.
3. Encuentra tu base espiritual. Vivimos insistiendo en los límites de nuestra vida, marcados por lo que podemos ver o sentir, una barrera que traspasamos si de forma consciente buscamos disolver esas fronteras y abrirnos hacia algo más grande y confiable. Las doctoras Elaine de Beuport y Aura Díaz, en sus investigaciones sobre las inteligencias múltiples han llegado a la conclusión de que una de las formas de encontrar la base espiritual es “tener un sistema de creencias que te permita buscar más allá”.
Existen prácticas como la meditación, el yoga, la lectura de textos sagrados (Biblia, Corán, entre otros) o conversaciones con maestros, sacerdotes o pastores, que pueden hacerse parte de tus rutinas para fortalecer tu conexión espiritual.