El temor por perder algo o alguien a quien amamos, la competencia por el afecto, la búsqueda de reconocimiento, son algunas de las situaciones que pueden hacer brotar los celos en cualquier persona. Es una emoción que todos hemos experimentado, pero ¿qué son exactamente los celos? ¿Son siempre una expresión negativa?
Hay que admitir que la definición del diccionario es bastante dura, pero con ayuda de la psicología podemos decir es una emoción determinada por el temor, fundado o infundado, de que lo propio o pretendido llegue a ser alcanzado por otra persona. Visto así le podemos comenzar a poner sentido a esta emoción para conocerla y reconocerla en nosotros.
Los celos se combinan con el temor cierto o presumido. Así que es una combinación de pensamientos y sentimientos. Como todo, tiene sus extremos. Unos celos muy intensos generan una enfermedad conocida como “celopatía”. Dice el psicólogo venezolano César Landaeta que “los celos de esa magnitud no tienen nada que ver con el amor. Ellos son más bien la expresión de un trasfondo de severa inseguridad patológica dentro de quien los experimenta”.
Esto nos lleva pensar ¿qué genera los celos?¿Cuál es el combustible del que se alimentan? La psicóloga Silvia Russek, señala que entre las causas se encuentran las siguientes actitudes:
Auto culpa, autodevaluación, compararse constantemente con los demás, considerarse víctima de las circunstancias o de otras personas, posesividad, actitud vengativa, preocupación exagerada por la crítica o actitud de los demás.
Aunque podríamos decir que es una emoción que no queremos sentir, hay que tener cuidado cuando surge, porque si nos dejamos llevar por ella puede tener efectos negativos para nosotros y para quienes nos rodean. Por lo general se trata mucho en las relaciones de pareja, pero también es posible verlo en la oficina, en el negocio, como una actitud entre compañeros de trabajo.
Los celos son una señal de alarma que nos informa de que hay un peligro de perder algo. Pero esta señal, si aprendemos a procesarla y comprenderla, puede ser muy enriquecedora si atendemos la llamada de atención desde un abordaje positivo. Nunca dejaremos de sentir celos, pero sí podemos aprender cómo reaccionar.
Algunos investigadores llaman a los celos una emoción social, por su estrecha vinculación e influencia de lo que se siente con las acciones que vemos a nuestro alrededor. Apreciamos o nos apegamos a lo que llamamos nuestro: empleo, amigos, parejas, etc., y la idea de perderlos nos martiriza con este horrible sentimiento. La forma de reacción tiene que ver mucho con nuestras capacidades cognitivas (lo que sabemos de nosotros mismos) y cómo procesamos la información. A veces nuestros sentidos o lentes con los que miramos la realidad nos pueden jugar una mala pasada. Miren este ejemplo:
Equivocadamente podemos pensar que a mayor amor mayor son los celos, como dice el psicólogo César Landaeta: una reacción extremadamente celosa “es más bien la expresión de un trasfondo de severa inseguridad”.
Abordar los celos es un camino de autoconocimiento, de evaluar cómo estás reaccionando y a dónde te dejas llevar por tus pensamientos. Trabajar la seguridad de lo que te rodea y cómo tu percepción puede estar viendo dudas en todos lados en lugar de bendiciones.